miércoles, 20 de enero de 2010

Cuidado con los Parques Nacionales

Vía: www.laprovincia.es
ÁNGEL TRISTÁN PIMIENTA
Cuando el Estado y la Comunidad Autónoma llegaron a un acuerdo para traspasar a Canarias los Parques Nacionales, muchos sentimos un escalofrío. Hay que considerar que con razones de peso: basta con mirar alrededor y ver lo que se ha hecho utilizando al urbanismo como caja registradora y tractor al servicio de los intereses creados, o por crear. No se puede confiar en casi nadie. El mismo gobierno nacionalista no repara en el daño tremendo que se le ha hecho, y se le sigue haciendo, a la nacionalidad regional en los más variados órdenes: el paisajístico, el monumental, el ecológico y medioambiental... En todos.

Canarias se ha sumergido en un océano de despropósitos, donde los remedios siempre generan nuevas enfermedades. Ante el machaqueo de las costas, a la chita callando o a las bravas, por especuladores o por vecinos que construyen en una zona de dominio público indiscutible y elemental, la alternativa de CC está siendo la de sucesivas leyes y normas de punto final, para legalizar lo que es ilegal e ilegalizable. Uno de los trucos es la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC), que, insisto en el ejemplo, viene a ser a la arquitectura lo que la cagarruta de cabra es a la gastronomía. Con el BIC se pretende puentear las leyes de Costas, cuyo cumplimiento es por lo general eficaz gracias a que está en manos de funcionarios que trabajan en el Ministerio, alejados de las presiones del entorno, y con delegados que no están a las órdenes o bajo el temor al chanchullero de turno. Sin que les llegue el compadreo, los efluvios del paraíso chachón, el y qué más da, que tanto está contribuyendo a hacer irreconocibles a las Islas, per saecula saeculorum, su intransigencia -puro cumplimiento de sus obligaciones- no sólo no se agradece, en nombre nuestro y de las venideras generaciones, sino que da lugar a variados intentos de neutralización. Si se pretenden multiplicar los BIC, allá donde haya un puñado de votos, si se utilizan las facultades legislativas otorgadas para complementar la protección de la fauna y la flora contemplada en el catálogo europeo, y lo que se hace es contrarrestar la protección y, en consecuencia, poner en peligro de extinción a especies que se desprotegen... ¿Nos podemos fiar de que el Gobierno regional y los cabildos, no olvidemos la irresponsabilidad de ciertos cabildos, se hagan cargo de los parques nacionales? Si el litoral está teóricamente controlado, y el suelo agrícola, y el paisaje, y los animales y plantas que ha catalogado la UE, y pasa lo que pasa....¿quién garantiza que en alguna circunstancia no se dé una dentellada a unas dunas, al valle de Ucanca, al Nublo, a las cercanías de Timanfaya, alegando interés colectivo y la necesidad de inversiones?

A tenor de los antecedentes, lo juicioso sería alejar el urbanismo, y todo lo que tenga que ver con el territorio, de cualquier tentación que pueda convertirse en pecado. A los ciudadanos lo que les debe importar es que Canarias -y cualquier autonomía- conserve sus señas de identidad, sus paisajes y horizontes, sus montañas, sus monumentos naturales o arquitectónicos, su flora y su fauna, su costa... y lo de menos debiera ser, en especial cuando hay tantos antecedentes familiares de esa patología, que las competencias se transfieran por elevación a Bruselas o al Cuartel General de la OTAN en Mons. A no ser que en la comisión que se cree figure una representación de la Fiscalía y de los Juzgados.

Con las zonas protegidas -cualquiera que sea el grado de la tutela- no se puede jugar. Lo que sí hay que hacer es facilitar la tramitación de los expedientes donde haya que hacerlo, y que cualquier iniciativa no se convierta en un laberinto burocrático del que sólo se consigue salir, no se sabe cómo, al cabo de años de esfuerzos, y cuando ya se han perdido muchas oportunidades. Éste es el quid de la cuestión: que unas veces se ponen demasiados obstáculos, se inventan reglamentos abstrusos y perfectamente innecesarios, para lo que debería ser una gestión eficaz, rápida y transparente, en sintonía con las directivas UE, y otras no se respetan las normas básicas de las reglas del juego, y salen demasiados ases de las bocamangas.