Jacinto Barquín Diez*
La inveterada costumbre de los hispanohablantes de traducir a bote pronto todo lo que se nos ponga por delante crea, en ocasiones, confusión y malos entendidos. Un caso es el del vocablo inglés hotspot y su cada vez más frecuente traducción “punto caliente”, el cual se utiliza para referirse a un sitio que atrae la atención por algo inusual, como un conflicto armado, un lugar con algún tipo de problema o con cualquier propiedad fuera de lo común. Una vez descompuesta esta palabra y aceptando (a duras penas) la traducción de spot por “punto”, analicemos el significado que tiene aquí hot. No hacen falta sino unos minutos en Internet para llegar a la conclusión de que utilizan hot casi como un comodín, con la única finalidad de darle énfasis a la palabra que acompaña. Algunas acepciones coinciden con nuestro “caliente” (que es la traducción inmediata) pero otras no. Un condimento o salsa, como nuestro mojo picón, es hot aunque esté frío como el hielo, porque también significa “picante”. Los famosos hotdogs le deben su nombre al parecido de la salchicha con el pene sonrosado de un perro en celo, por lo que, en este caso, hot se debería de haber traducido como “salido” o “en celo” y no como “caliente”, pues aunque resulte chabacano éste es su verdadero significado. En hotspot equivale tanto a “caliente” como a “conflictivo”, pues existen tanto “puntos calientes” con lava ardiente en el interior como zonas en guerra o con muchos problemas. Es decir, depende del contexto para que el adjetivo multiusos hot signifique una cosa u otra, siendo, por lo tanto, más difícil de traducir de lo que aparenta. Me he convencido de que es mejor no traducirlo que hacerlo mal, por lo que me quedo con “jotespot” antes que con la cursilada del “punto caliente”, que no es ni punto ni está caliente. Al menos a esta conclusión llego con mis humildes entendederas y mi español de canario.
Existe una aplicación de este concepto de la cual se ha hablado últimamente con insistencia, en este caso aplicado a Canarias, y es el de hotspot biodiversity, traducido como “punto caliente de biodiversidad”. Los escritos de David Bramwell, director del Jardín Botánico “Viera y Clavijo” de Tafira, y José María Hernández- Palacios, profesor del Departamento de Ecología de la Universidad de La Laguna, han hecho referencia a este término en la prensa local de las últimas semanas, en relación al nuevo Catálogo de Especies Protegidas que el gobierno nos quiere endilgar. El término hotspot biodiversity fue acuñado en 1988 por el biólogo británico Norman Myers para hacer referencia a una estrategia de conservación de la naturaleza, adoptada posteriormente por la mayoría de las organizaciones internacionales de prestigio dedicadas a la conservación a escala mundial, consistente en concentrar los esfuerzos sobre determinadas zonas del Globo, las más necesitadas por estar su naturaleza más comprometida y en donde las amenazas podrían evitarse. Para ello, el equipo de Myers definió los criterios precisos que tiene que cumplir una región para pertenecer a una hotspot biodiversity, los cuales se pueden encontrar, junto con gran cantidad de información, en la página web de una de estas organizaciones, la Conservation International.
A diferencia de lo que se ha publicado en la prensa, un hotspot biodiversity no significa, sin más, un lugar de mucha biodiversidad, sino que además, siguiendo los criterios de Myers y aquí viene la diferencia, esta biodiversidad debe de estar amenazada por la intervención humana. El concepto que definió Myers es muy preciso, pues se han de dar unos porcentajes mínimos de especies endémicas en peligro de extinción y unas pérdidas de los hábitats naturales por encima de unos determinados niveles para que un territorio tenga el dudoso honor de ser declarado hotspot biodiversity. Además, no deben ser las causas naturales inevitables, como los huracanes o terremotos, las que amenacen a la biodiversidad de estas zonas sino las provocadas por la actividad humana, es decir, aquellas que se podrían evitar o, al menos, controlar. La traducción de este concepto tan preciso al español no es sencilla y no se puede hacer con una simple correspondencia de palabras equivalentes. Viene a ser algo así como “zona de biodiversidad comprometida” o “zona en conflicto conservacionista”. Resulta obvio, pues, que el estar incluido en un hotspot no es algo de lo que se pueda vanagloriar nadie, sino un descrédito para los organismos encargados de velar por la Naturaleza y un reconocimiento internacional de que la gestión de su medio natural no va bien.
Canarias, junto con el resto de la Macaronesia, forma parte desde 1990 del extenso hotspot que abarca gran parte de la franja ribereña de la cuenca del Mediterráneo y, por lo tanto, tiene encendida la luz roja desde hace dos décadas. Sólo los tontos se consolarían al saber que buena parte de la Península ibérica y las Baleares –en lo referente al resto del Estado Español- está también dentro de este hotspot. Desde que se inventó este criterio de selección hasta ahora, la extensión y el número de estas zonas que los especialistas van estudiando y proponiendo no ha hecho sino crecer. De la lista de los hotspots se sale cuando se recuperan las especies y dejan de estar amenazadas, pero en España, al igual que en el resto del Mundo, esto no ocurre sino en contadísimas ocasiones.
Cuando un territorio figura en la lista de hotspots año tras año es porque algo va mal, sea el modelo de gestión del medioambiente o la política de conservación, o por la ineptitud de los políticos que la manejan o por todo junto. El medio ambiente canario será cada vez más difícil de gestionar porque la población no para de crecer y porque se siguen modelos de desarrollo más propios de áreas continentales que de islas, ávidos de recursos naturales (que son escasísimos) y de suelo (que ya no hay), a lo que se le añade –no nos olvidemos de esto- la gran fragilidad intrínseca de los ecosistemas insulares de todo el Mundo debida a su propia insularidad. Los problemas causados por este desarrollo insostenible no se resuelven con más Reservas Mundiales de la Biosfera ni más Patrimonios de la Humanidad, argucias promocionales que, salvo contadas excepciones, no dejan de ser sino puro maquillaje que trata de ocultar los verdaderos problemas, porque las especies amenazadas, salvo contadas excepciones, lo siguen estando tanto o más que antes.
A pesar de que la inmensa mayoría de las especies de la flora y la fauna canaria no han visto sino retroceder sus áreas de distribución, de que las especies invasoras son cada vez más numerosas y agresivas y de que cada vez se le da más importancia a la conservación del medioambiente (sólo en los países civilizados), los responsables de velar por la conservación de la famosa y promocionada naturaleza canaria, encabezados por el Consejero de Medioambiente, proponen sacar a las Islas de esta lista negra por las bravas y de la forma más expedita: quitando especies amenazadas del catálogo y rebajando la protección de las otras. Y todo lo hacen con el apoyo de los demás socios del tripartito, pues incluso el PSOE no ha votado ni a favor ni en contra (que es lo mismo que otorgar). Y para colmo lo hacen mediante la promulgación de una ley, procedimiento ladinamente elegido pues no requiere de discusión ni consulta previa. Y para colmo de los colmos lo intentan hacer justo en el Año Internacional de la Biodiversidad. Por si fueran pocas las amenazas que se ciernen sobre el medioambiente canario, ahora le surge otra, mucho más peligrosa que las demás: la mala gestión. Para confeccionar este catálogo, el señor Consejero no ha pedido informe técnico alguno fuera de los servicios que él dirige y no ha hecho las consultas que hubieran sido necesarias porque ya sabe la respuesta: la mayoría de las especies canarias no están tan bien como para rebajarles la protección y Canarias, vista desde fuera, está dentro de un hotspot de biodiversidad.
Después de esta propuesta de ley para desproteger a las especies, ¿cómo quiere que nos tomemos los ciudadanos cualquier campaña a favor de la biodiversidad que se intente hacer desde las instituciones que nos gobiernan? Como letra de murga: a risa.
La Laguna, a 9 de febrero de 2010.
*Profesor Titular de Zoología de la Universidad de La Laguna