lunes, 15 de febrero de 2010

Política civil

Via: El Anillo de Moebius.
Alfonso González Jerez.
Colgado de un hilo.
Una de las descalificaciones más preocupantes que ha repetido la clase política española (y canaria) en los últimos lustros consiste en atribuir a críticas, protestas y pronunciamientos surgidos de la sociedad civil una “voluntad política”. A los políticos, en especial los políticos que ocupan el poder, la voluntad política de los que no son políticos les irrita profundamente.

Quizás les parezca competencia desleal. Esta curiosa forma de deslegitimar críticas, protestas y pronunciamientos de la sociedad civil tendría su correlato si alguno de nosotros, ay míseros ciudadanos, ay infelices, tomara la tribuna del Parlamento y nos dirigiéramos a los semidioses ahí reunidos que, entre cortadito y cuchufleta, dedican algunos de sus preciosos minutos para labrar nuestra felicidad, incluso contra nosotros mismos, para decirles

–Mucha comisión, mucha ponencia y mucha interpelación, pero están ustedes aquí, sinvergüencillas, para seguir en el poder o para conquistarlo, que les hemos calado, ¿eh?, les hemos calado…

El presidente del grupo parlamentario de Coalición Canaria, José Miguel González, ha sido el penúltimo de nuestros próceres en subirse al carro de la descalificación desde la política a los que pretender hacer política sin un miserable escaño que echarse a la boca. En realidad, el señor González, uno de los parlamentarios más inteligentes que ha pisado la Cámara, ha empleado esta estratagema con cierta asiduidad. Los coalicioneros (y los comparseros del PP) la han utilizado a menudo, con especial deleite contra las protestas de carácter ecologista, y sobre todo para rechazar la mera tramitación de iniciativas legislativas populares. Ahora el señor González acusa a los ecologistas que se oponen al nuevo Catálogo de Especies Protegidas de “mentir deliberadamente” y señala que sus motivaciones “son más políticas que ecológicas”. Solo caben tres observaciones sintéticas. Primero: las demandas ecológistas también son una forma de intervención política plenamente legítima. Segundo: con mayor debate y más información, con menos altanería encastillada y arrogante desprecio, las cosas quizás hubieran sido diferentes. Tercero: la democracia representativa no debe atrincherarse en las instituciones públicas despreciando cuanto ignora, porque solo con el complemento de la democracia participativa y la existencia de una sociedad civil dinámica y articulada tiene posibilidades de supervivencia a medio plazo.
[13.02.2010]