Vía: www.laopinion.es
JUANJO JIMÉNEZ
Ocurrió ayer que CC y PP aprobaron su Catálogo de Especies, puesto en sancocho por científicos, oposición, grupos ecologistas, guirres y perenquenes en general.
Desde que el Gobierno canario anunció este TBO de animalitos los contrarios acusaron al ejecutivo de enmascarar con la maniobra la desprotección de los sebadales de Granadilla, que son unas algas díscolas acampadas en el fondo de su futuro puerto. Como quiera que un juez mandó parar el proyecto por culpa de estas hierbas se optaba, venían a decir los críticos, a inventarse esto del catálogo, en el que curiosamente los susodichos jaramagos submarinos han quedado con idéntica protección que una lechuga en una ensalada de toda la vida.
La técnica no es nueva. El manual del buen asesinato, en su capítulo 8, aconseja hundir un barco entero para eliminar a un único sujeto. Así la guanchancha se centra en el naufragio en general, sin sospechar que los malvados criminales querían deshacerse en concreto del molesto pasajero Sir Alga de Granadilla.
Y por un momento ayer en el Parlamento, gracias a esa capacidad de enredar la pita, vive Bentejuí que el diputado nacionalista José Miguel González casi convence de que el fos a este catálogo no era más que una perreta de cómicos y titiriteros, una encorajina de indígenas más emparentados con las cabras machorras que con las personas.
Así fue hasta que se le fue el baifo al propio González cuando en una de estas exigió la dimisión de Zapatero por un montón de cosas, ninguna relacionada con cernícalos ni chuchangos.
En cualquier caso, este nacionalista amigo del caboso canario, acusó al que no aprecia su obra naturalista de usar un discurso "carente de argumentos", de "injurias" y de "falsear de cara a la calle la realidad", que es una frase muy, muy rara, pero que confunde un níspero.
Sinceramente, cuando uno oye esto se queda meditando si no se ha ido de madre la protesta contra la política nada-ambiental de este Gobierno, si no ha sido un vahído el vincular unos anodinos sebadales, que además arañan, según fuentes nacionalistas, con un lío portuario.
Así fue la cosa, hasta que alongó la popular Cristina Tavío para confirmar la herejía y dejar en bolas a sus compadres sentenciando, ingenua en su euforia, que con este texto nunca más se frenará "la actividad económica por una especie en extinción que (ya) no es una especie en extinción". Es decir, que si por la boca muere el pez, en este catálogo de troleros falta Tavío como vertebrado acuático.
Desde que el Gobierno canario anunció este TBO de animalitos los contrarios acusaron al ejecutivo de enmascarar con la maniobra la desprotección de los sebadales de Granadilla, que son unas algas díscolas acampadas en el fondo de su futuro puerto. Como quiera que un juez mandó parar el proyecto por culpa de estas hierbas se optaba, venían a decir los críticos, a inventarse esto del catálogo, en el que curiosamente los susodichos jaramagos submarinos han quedado con idéntica protección que una lechuga en una ensalada de toda la vida.
La técnica no es nueva. El manual del buen asesinato, en su capítulo 8, aconseja hundir un barco entero para eliminar a un único sujeto. Así la guanchancha se centra en el naufragio en general, sin sospechar que los malvados criminales querían deshacerse en concreto del molesto pasajero Sir Alga de Granadilla.
Y por un momento ayer en el Parlamento, gracias a esa capacidad de enredar la pita, vive Bentejuí que el diputado nacionalista José Miguel González casi convence de que el fos a este catálogo no era más que una perreta de cómicos y titiriteros, una encorajina de indígenas más emparentados con las cabras machorras que con las personas.
Así fue hasta que se le fue el baifo al propio González cuando en una de estas exigió la dimisión de Zapatero por un montón de cosas, ninguna relacionada con cernícalos ni chuchangos.
En cualquier caso, este nacionalista amigo del caboso canario, acusó al que no aprecia su obra naturalista de usar un discurso "carente de argumentos", de "injurias" y de "falsear de cara a la calle la realidad", que es una frase muy, muy rara, pero que confunde un níspero.
Sinceramente, cuando uno oye esto se queda meditando si no se ha ido de madre la protesta contra la política nada-ambiental de este Gobierno, si no ha sido un vahído el vincular unos anodinos sebadales, que además arañan, según fuentes nacionalistas, con un lío portuario.
Así fue la cosa, hasta que alongó la popular Cristina Tavío para confirmar la herejía y dejar en bolas a sus compadres sentenciando, ingenua en su euforia, que con este texto nunca más se frenará "la actividad económica por una especie en extinción que (ya) no es una especie en extinción". Es decir, que si por la boca muere el pez, en este catálogo de troleros falta Tavío como vertebrado acuático.