lunes, 24 de mayo de 2010

Sálvennos del catálogo del Gobierno


José de León Hernández
Hace cientos de millones de años que nosotras las plantas, y nosotros los animales, andamos por este planeta. Hace poco más de un millón, ustedes, los humanos, empezaron a decidir por nosotros. Hace algo más de diez mil años, dominaron y domesticaron a muchos de nuestros hermanos. Hemos compartido muchas cosas a lo largo de todo este tiempo.

Hemos sido cobijo, remedio, vestido, combustible, entretenimiento, e, incluso, símbolo, mascota o motivo de inspiración. A veces, molestia o estorbo. Otras veces, compañía y casi siempre alimento. Y todo eso hemos sido, para que ustedes hicieran la civilización y la historia y para que se adueñaran del planeta.

Muchos de los que tuvimos la suerte de haber llegado a estas islas, por mar o por aire, y los que, después, hemos tenido el orgullo de nacer y reproducirnos aquí, sentimos el privilegio de ser diferentes. No mejores que nadie, pero si distintos.

Y nos fuimos haciendo distintos, adaptados a estos fuegos, a estos volcanes. Hechos a estas sequías y calimas, a estas lluvias y barrancos, a los fondos de nuestros mares, al aislamiento de los grandes continentes, pero, también, hechos en la inmensidad de los pequeños mundos. Hechos al alisio y la blandura, al sereno y la solajera. Debajo de una piedra, encima de un árbol, en los charcos de un veril, en lo más alto de los riscos, o en las cuevas más profundas, hicimos el lugar de nuestra existencia y allí nos miran con asombro, por haber multiplicado la aventura de la vida en estas piedritas en medio del mar.

Pero ese equilibrio entre ustedes y nosotras y nosotros, que en el pasado le costó la supervivencia a muchos de los nuestros, como esos bosques milenarios que desaparecieron hechos leña para los ingenios, madera para los techos o carbón para los barcos, hoy, en estos días, ha llegado a unos límites de amenaza extrema. Hemos visto como machacaban nuestros nidos y raíces, como nos sepultaban de escombros e ignorancia, cómo nos arrancaban lo más grande de nuestra alma, que, en el fondo, es la misma alma de ustedes. Nos duele ver un guirre electrocutado, la avutarda asustada por los jeep safari, los sebadales engullidos por los rellenos de puertos y diques, las pardelas desorientadas buscando la noche, las tortugas muertas en una red, o los delfines reventados por maniobras militares, los cardones cubiertos de plásticos, la cuernúa o la piña de mar, despreciada en proyectos monumentales, los erizos aplastados en las carreteras o los salados y tarajales víctimas del cemento.

Quienes donde hay una tabaiba ven un billete, ya se han alejado tanto de la vida que no les importa. La Ley que quieren aprobar, supuestamente en beneficio nuestro, dice que nuestra protección no es más importante que algunos proyectos de interés, según ellos general, como Granadilla, Tamanca o Tindaya. Algunos de ustedes que llevan siglos matando dos pájaros de un tiro, ahora lo quieren hacer por Ley.

Coalición Canaria y el Partido Popular, que tienen nombre de comunidad, son ante esta Ley, el ejemplo más claro de egoísmo. ¿Qué podemos esperar de esos bichitos bípedos y agresivos, avariciosos y sin escrúpulos que han construido un ecosistema de despachos y sillones para, a golpe de billetes y desprecios, decidir el futuro de este mundo?¿Que derechos tienen hoy para que sus propios hijos no puedan disfrutar de cantos y colores, vuelos y aromas y de la enorme tranquilidad que nos da saber que hay una plantita allí, donde nadie la moleste?

Tienen la desfachatez de permitirnos vivir dentro de límites que no conocemos, nos imponen nuestro mundo, y se inventan que algunos de nosotras y nosotros podemos ser de interés para los ecosistemas canarios. ¿Qué parte de Canarias no es un ecosistema canario? Cuando vemos una ramita brotar en medio del asfalto sabemos que, más allá de esa barbarie, resiste la vida.

Pero hay otra parte de ustedes, portadores de pancartas y tambores, de sueños y razones, que nos inspiran confianza y nos dan ánimos. Ustedes que han inventado cosas tan hermosas como la inteligencia y la justicia, como el amor y la solidaridad, no dejen que ciertos individuos pongan en juego la alegría de cada amanecer. En nosotras crecen los tallos como en ustedes la esperanza. Que no crezcan espinas, vuelen en libertad, porque por aquí, en este mundito girador y errante cabemos todas y todos.

Firman este manifiesto: Lagartos, insectos, plantas marinas y terrestres, aves y mamíferos, crustáceos y moluscos, líquenes y algas, sebadales, roedores, personas y otras muchas plantas y animalitos.