Decía J.W. Goethe que “nadie se da cuenta del esfuerzo y el tiempo que cuesta aprender a leer. Yo estoy en ello desde hace ochenta años y no puedo decir que lo haya conseguido”. ¿Cuántos años lleva tratando de aprender a leer y a hablar con meridiana claridad y con sentido común el presidente de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife? ¿Se ha preguntado alguna vez Rodríguez Zaragoza si su sabiduría y su coeficiente intelectual podría activarse y desarrollarse en su diminuto cerebro ingresando voluntariamente en Radio Ecca, Emisora Cultural de Canarias? Aún está a tiempo. La matrícula está abierta…
Cuando un presidente de una institución tan relevante como los es la Autoridad Portuaria de cualquier puerto del mundo ofrece una rueda de prensa o concede una entrevista en una emisora de radio, siempre se espera que sus manifestaciones sean de interés general y, como mínimo, inteligibles y sensatas. Pues lo que importa del contenido de una entrevista de un gestor o representante de un ente público como Puertos del Estado o cualquier institución pública o privada, es el mensaje político o empresarial, los detalles del proyecto a ejecutar si se trata de una obra, sus características, el presupuesto, los problemas medio ambientales si los hubiera, situación jurídica, etc. Y ahí se acaba el discurso. En cualquier intervención pública, hay que tener en cuenta que una frase bien construida tiene más eficacia que un discurso de cincuenta folios.
En el “caso” de Rodríguez Zaragoza, este “intelectual” parece que habla para la élite cultural, y no para la gran mayoría. De ahí que nadie lo entienda: ni los listos, ni los inteligentes, ni los analfabetos a los que él, presuntamente, representa a través de su verbo florido y floreado de perfecto inculto procedente de las cloacas del nacionalismo criollo. Miren que perla más brillante pronunciada por R. Zaragoza en una emisora de radio: “Yo soy el presidente de la Autoridad Portuaria, pero de puertos no sé nada” (sic). “Vamos a crear más de trescientos puestos de trabajo directos y otros tantos indirectos para hacer del puerto de Granadilla un puerto competitivo”. “Las obras se reanudarán en una semana. Ya he dado las órdenes oportunas. Empezaremos sacando millones de metros cúbicos de tierra y piedras para rellenar. Los más de doscientos camiones traerán piedras de una cantera que está por ahí no sé dónde”.
¿Estamos ante un “intelectual” o ante un “analfabeto crónico” que solo dice sandeces y boberías? Mientras que Ben Magec-Ecologistas en Acción considera “totalmente increíble la desfachatez de reiniciar un proyecto tan polémico, irracional, costoso, innecesario y sobre todo, ilegal como el futuro puerto”, Rodríguez Zaragoza dice que “mientras unos advenedizos critican, nosotros, los profesionales, ejecutamos nuestro proyecto porque sí sabemos lo que hacemos”. Mientras que el TSJC avisa de que “la suspensión de las obras del puerto de Granadilla sigue vigente”; mientras que una fuente del TSJC advierte que si la Autoridad Portuaria decide saltarse esta suspensión cautelar, “tendrá que atenerse a las consecuencias; mientras el ministerio de Medio Ambiente estudia la inconstitucionalidad del Catálogo de Especies, la principal justificación para retomar las obras del muelle del Sur; mientras que el prestigioso abogado José Manuel Rivero, portavoz del colectivo jurista Justicia y Sociedad deja bien claro en Radio San Borondón que “la Autoridad Portuaria vulnera la Ley al dar unilateralmente la orden de reiniciar las obras del puerto de Granadilla”, y señala que “el artículo 132 de la Ley Reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa pone de manifiesto que nuestros gobernantes han dado un paso en falso en su afán por complacer las presiones de los empresarios”, el presidente del Gobierno de Canarias y todos sus consejeros, así como “El Analfabeto” de Rodríguez Zaragoza –tanto monta, monta tanto-, desobedecen las advertencias y dictámenes del TSJC.
Las llamadas al diálogo del ministerio de Medio Ambiente y las voces del noventa por ciento de la ciudadanía de Canarias que se oponen radicalmente a la salvajada y al presunto delito ecológico y medio ambiental que pretenden cometer los hoy máximos responsables del Gobierno presidido lamentablemente y como un castigo para todos los canarios por el otro “intelectual” llamado paulino Rivero, caen en saco roto. No escuchan, no oyen. Están por encima de la Constitución. ¿Qué puede hacer una sociedad democrática ante un Gobierno supuestamente democrático que actúa libremente desobedeciendo a los jueces y fiscales que forman parte del TSJC sobre los que, presuntamente, estos servidores públicos “se mean y defecan ante sus propias narices”? ¿A qué esperamos los canarios para exigir responsabilidades jurídicas y políticas? ¿A qué turbio y turbulento partido juegan el PSC y el PP? ¿A qué esperan los jueces para ordenar la detención inmediata de las obras cuyo reinicio ha anunciado “El Analfabeto” de Rodríguez Zaragoza con el beneplácito del Gobierno del otro “analfabeto” y osado que lo preside? ¿Por cuánto tiempo se van a reír de todo el Pueblo Canario estos energúmenos políticos y putos políticos del tres al cuarto? ¿Hasta dónde se puede tolerar que un Gobierno canario supuestamente democrático cometa hechos antidemocráticos y anticonstitucionales? “Aquel hombre que pierde la honra por el negocio, pierde el negocio y la honra” (Quevedo). ¿Quién es ese hombre o quiénes son esos hombres?
El TSJC debe actuar y condenarlos por desacato a la Ley. El TSJC –jueces y fiscales- no debe consentir que ni el Gobierno ni el presidente de la Autoridad Portuaria los ninguneé y los desprecie. Estos personajes podrán estar por encima del éxito, del triunfo y del poder económico, pero el TSJC no debe consentir que estos tahúres del Mississippi estén por encima del Poder Judicial ni que la Constitución les suene como un TBO con Mortadelo y Filemón descojonándose de los jueces, fiscales y magistrados. Señor Rodríguez Zaragoza y miembros del Gobierno de Canarias: las críticas no serán agradables, pero son necesarias. Quede claro que, por mi parte, no hay ánimo de injuriar ni de calumniar absolutamente a nadie. Tampoco hay ánimo de estar por encima del límite del derecho de respetar el honor y la imagen de los políticos a pesar de ser personas y personajes públicos .No hay animadversión personal. Lo que sí confieso que hay y padezco como miles y miles de canarios, es un estado de desesperación que asumo con todas las consecuencias. Pase lo que pase.