sábado, 17 de abril de 2010

El invisible museo de oro


Jesús Giráldez Macía

En mayo de 2009 Mario Cabrera (Presidente del Cabildo), Marcial Morales (Alcalde de Puerto) y Milagros Luis Brito (Consejera del fracaso escolar) se acercaron a la marea en el barrio de El Charco, en Puerto Cabras, y convocaron a los medios. Se presentaba al mundo ultraperiférico la ubicación del futuro museo arqueológico insular. Nos iba a costar 4,2 millones de euros: el Gobierno financiaría el 70% y el Cabildo el 30% restante. El ayuntamiento de Puerto Cabras pondría el suelo necesario, unos terrenos catalogados como zona verde por el planeamiento municipal y en donde existen unos hornos de cal abandonados. También asistió a la puesta de largo el arquitecto al que se le encargó el proyecto (sin concurso público), un tal Miguel Cabrera, ex senador de Asamblea Majorera, ex Viceconsejero de Cultura del Gobierno de Canarias y propuesto por la facción majorera de Coalición Canaria como candidato a la presidencia del Archipiélago.

Aquel día, la feliz familia destilaba optimismo. Mario Cabrera (quien seguramente tenía en su cabeza meter los grabados de Tindaya en el museo y así poder construir su mausoleo en la montaña) explicó que “en Fuerteventura cumplía esta función hasta ahora el (museo) de Betancuria, pero evidentemente de manera muy modesta y limitada.” Clarividente, la Consejera de Cultura, poca Educación y mucha Prepotencia, aclaró que "todavía desconocemos mucho sobre la historia de Fuerteventura y especialmente de la época aborigen”. Y el Alcalde, eufórico, presentó el acto como “un ejemplo de colaboración y buen entendimiento entre administraciones: Gobierno, Ayuntamiento y Cabildo.”

Pero el buen entendimiento dura lo que dura. Hace apenas unos días, el Pleno del Ayuntamiento -ante la posibilidad de que el museo definitivamente se construyera en Betancuria- acordó solicitar al Cabildo su compromiso con el municipio capitalino. La contestación de Mario fue inmediata, acusando a Marcial de “llegar con la propuesta del Museo Arqueológico cinco años tarde. No nos ha puesto un suelo en condiciones para desarrollar este museo y Betancuria ha sido capaz de aprobar su Plan Especial y ya podemos edificarlo en esa localidad". La familia anda, aparentemente, mal avenida, pero mientras discuten en público la ubicación del museo, alguien se ha hecho (más) rico.

En el año 2003, el Ayuntamiento de Puerto Cabras estaba presidido por el ex comunista Manuel Travieso. Con la finalidad de disponer de terrenos para la construcción de una cancha deportiva para el barrio y de emplazar el futuro museo arqueológico insular, Manolín Travieso firma un extraordinario acuerdo con una familia que, por designios de la divina política, suele resultar agraciada con prebendas institucionales: la familia Berriel. Con ese acuerdo el ayuntamiento se hacía con tres parcelas propiedad de la familia en el barrio de El Charco a cambio de ¡11 parcelas en el polígono industrial de La Hondura y 505.774 euros!

La parcela donde se debería construir el futuro museo era, recordemos, no urbanizable y fue valorada en 565.154 euros. Uno de los negociadores directos en el trato, en representación de sus padres, fue Domingo Berriel Martínez, entonces Consejero de Infraestructuras y Ordenación del Territorio y vicepresidente 2º del Cabildo Insular de Fuerteventura y hoy Consejero contra el Medio Ambiente del Gobierno ultraperiférico. Superándose a si mismos, y ante el retraso en el pago de la cantidad adeudada por el ayuntamiento, la familia Berriel (con Domingo incluido en la maniobra) llegó a solicitar los intereses de demora de la operación especulativa por lo que el pago del dinero público aumentó considerablemente.

Ahora, ante la negativa de Mario Cabrera para ubicar el museo en la parcela de los Berriel, la ciudadanía de Puerto Cabras ha perdido las 11 parcelas industriales y seiscientos mil euros que han engordado el patrimonio de Domingo y demás familia. Y el proyecto de Miguel Cabrera - otorgado a dedo y cuyo procedimiento de adjudicación fue denunciado públicamente por el Colegio de Arquitectos de Canarias- quedará en la nada. Una manera como otra cualquiera de amasar fortuna legalmente. Solo hace falta pertenecer al partido, carecer de escrúpulos, desprenderse de la parte molesta de la dignidad y saberse amparado por un sistema que los cría, los engorda y los reproduce sin solución de continuidad.