Vía: La Crónica Verde
César-Javier Palacios
Qué mala suerte tienen los especuladores canarios. Deciden hacer un segundo puerto en Tenerife, en las desiertas costas de Granadilla, bañado por millones de euros de ganancias, pero les surge un problema inesperado. Allí está la mejor pradera submarina de seba (Cymodocea nodosa) de toda Canarias, una especie protegida. ¿Imposible seguir? Tranquilos, ningún problema, para eso están los amigos. Y es así como el Gobierno de Canarias se saca de la manga un nuevo catálogo regional de especies protegidas que, entre otras barbaridades y sin necesidad de consultarlo con especialista alguno, desprotege a la molesta hierba marina por el puro interés público de unos pocos. Vía libre a la destrucción-especulación de la costa.
Sin embargo, un nuevo obstáculo ha vuelto a cruzarse en el camino del macropuerto tinerfeño. Se trata de un pequeño escarabajo endémico de tan sólo dos centímetros, la Pimelia canariensis. Por un error imperdonable de los políticos no se había desprotegido con el nuevo decreto, dejándolo en la categoría de “en peligro de extinción”, tras perecer bajo las urbanizaciones de Los Cristianos y el polígono industrial de Güímar. Y han aparecido tres ejemplares justo donde trabajan ahora las máquinas.
¿Pararán la obra estos bichos? Lo intentan pero, sinceramente, lo tienen difícil. Los promotores ya han pedido su descatalogación urgente, faltaría más. Y mientras tanto, se comprometen a dedicar un día a la captura de estos incómodos bichitos, que serán liberados en algún espacio protegido donde no den tanta guerra, dejando así vía libre a la labor urbanizadora de las excavadoras. “No más de 40 ejemplares”, advierten.
Dicen que esto es gestión ejemplar de los recursos naturales en uno de los reductos de la biodiversidad más importantes del planeta. Que la producción de plátanos en la isla nada tiene que ver con los tradicionales métodos de gobierno de otras repúblicas bananeras. Que a los políticos lo que de verdad les gusta son los escarabajos peloteros, aficionados a hacer bolas de mierda, y no estos de seis patas que sólo tienen por amigos a ecologistas y otras gentes de mal vivir.