Vía: www.laprivincia.es
Faustino García Márquez.
Hace 120 años, un señor de barba y melena definió la
sostenibilidad como la obligación que tiene cada generación de gestionar
cuidadosamente la tierra para entregarla, mejorada, a la siguiente generación.
Nosotros, aquí, estamos incumpliendo gravemente esta obligación. Estamos
asistiendo al saqueo sistemático de un territorio particularmente hermoso y
valioso, soporte de una biodiversidad única en todo el planeta y base de
nuestra principal actividad económica, el turismo.
Este saqueo es consecuencia de un modelo de desarrollo
insostenible, basado en el crecimiento ilimitado y el ilimitado consumo de
suelo, y conducido por el desgraciado matrimonio entre el turismo, buena gente,
y la construcción, matrona insaciable. Y tenemos límites, porque vivimos
demasiados en islas demasiado pequeñas y frágiles y aún tendrán que vivir más
en ellas, en los próximos siglos, si les dejamos algo. Pero ellos, la parte más
dura de nuestros empresarios y la parte más complaciente y cómplice de nuestros
políticos, no quieren saber nada de límites. Ellos han conseguido que desde el
año 2000 al 2010, la planta hotelera legal canaria haya crecido un 54%, con un
incremento de 70.000 camas, en plena y dicen ellos que nefasta moratoria
turística. Y hablamos de camas legales, a las que hay que sumar, según las
estadísticas oficiales, más de un 30% de camas ilegales, como media, porcentaje
que en islas como Lanzarote y El Hierro supera el 100%. Eso, a pesar de que en
estos 10 años el número de turistas extranjeros descendió un 13,5% y se redujo
la estancia hotelera media en un 12%. Eso, a pesar de que en los últimos 4
años, el gasto turístico en Canarias también ha bajado casi un 6%. Esto no es
un modelo de desarrollo; es un auténtico disparate.
Pero este disparate está consumiendo nuestro territorio
a una velocidad vertiginosa: en Lanzarote, Tenerife y La Gomera, se ha ocupado
en 15 años más de la mitad del suelo que se había artificializado en los 500
años anteriores. Y en Fuerteventura, en esos mismos 15 años, se ha hormigonado
y asfaltado casi el doble de suelo que en los 600 años anteriores.
Y parece que no es bastante. Aún faltan un montón de
puertos, aeropuertos, autopistas, trenes y centros comerciales. No ha sido
suficiente con un Catálogo de Especies Protegidas para proteger sus intereses
en Granadilla; no ha bastado con meter un campo de golf y 600 plazas hoteleras
en un Paisaje Protegido de La Palma; no ha alcanzado con una ley de medidas
urgentes que ha abierto el suelo rústico de protección agraria a un amplio
abanico de usos lucrativos ajenos a su finalidad, vital para nuestra
subsistencia, o que permita la demolición de nuestro patrimonio rural con valor
arquitectónico o etnográfico. Parece que es poco, y por eso el portavoz de
economía del Partido Popular ha anunciado la intención de resucitar la Ley del
Suelo de 1998, que declaraba urbanizable todo el territorio, mientras no se
demostrara lo contrario.
De nada ha servido que la voracidad de los promotores y
la codicia de los bancos haya provocado la creación y el estallido de una
enorme burbuja inmobiliaria y haya llevado al paro y a la ruina a miles de
familias. Con la excusa de la crisis y el desempleo que ellos mismos han
contribuido a generar, aquí también han arreciado las presiones de
organizaciones empresariales, de centros atlánticos de pensamiento estratégico
y hasta de un futuro e imposible Diputado del Común, para que se desregularice,
se desmonten y deroguen los obstáculos legales y públicos a la sacrosanta
iniciativa inmobiliaria, para que se derriben normas de protección y
utilización eficiente del territorio. Y ya ha empezado la tarea de los grupos
políticos en el Gobierno regional, amenazando con una nueva y desafinada ley de
armonización, anunciada estrella de una tenebrosa legislatura, y presentando en
el Parlamento canario una proposición de ley para eliminar los límites de
densidad máxima con los que la ley canaria defiende la calidad de vida de los
ciudadanos. Y esa proposición de ley de Coalición Canaria ha sido tomada en
consideración con el apoyo socialista, hace tan sólo un mes.
Ante el persistente saqueo y la redoblada ofensiva, los
ciudadanos tenemos que recuperar la iniciativa. No basta con que combatan los
vecinos de Tres Palmas, de Guanarteme o de las Torres del Canódromo; tendremos
que implicarnos en el cambio de un modelo ruinoso por un nuevo modelo de
desarrollo territorial eficaz y eficiente, hermoso y compartido, austero y
compacto, duradero y sostenible, tal como lo propugnan nuestras olvidadas y
destrozadas leyes. Y eso es lo que pretende el Manifiesto por "más
democracia y más bienestar", presentado el miércoles, en el Club La
Provincia públicamente: implicarnos democráticamente con el futuro, con el
bienestar de las generaciones venideras, las únicas y legítimas dueñas de la
tierra.